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domingo, 7 de abril de 2013

LOS VALORES

CONTENIDO:

1      TEORÍA DE LOS VALORES.-

2      DETERMINACIONES GENERALES DE LOS VALORES.-

2.1       El valer.-

2.2       No-independencia.-

2.3       Los bienes.-

2.4       Objetividad.-

2.5       Valoración.-

2.6       Polaridad.-

2.7       ¿Intemporalidad?.-

3      PREHENSIÓN DE LOS VALORES.-

4      REALIZACIÓN DE LOS VALORES.-

5      VALORES ÉTICOS Y NORMAS.-

 

1 TEORÍA DE LOS VALORES.-

A medida que el hombre primitivo fue sobreponiéndose al dominio de los instintos, una superior tendencia nacida de sí mismo lo impulsaba hacia la bondad, la belleza, la verdad, la santidad y la utilidad; en suma, hacia lo que la filosofía contemporánea conoce como valores y estudia bajo el título de "Axiología”[1]. Cada uno de los valores nombrados es el pináculo de otros que le siguen; por ejemplo, el bien es el principal de los valores éticos, pero no el único; integran esta familia la caridad, la justicia, el bien común, la libertad, la paz, la seguridad, el orden y varios más.

Es relativamente corto el repertorio de los valores cardinales y, sin embargo, desde tiempos inmemoriales orientan las acciones individuales y genéricas de la humanidad. Determinan la manera cómo vive el hombre, sus pensamientos, sus aspiraciones y sus creaciones. Configuran la concepción del mundo de cada época. Toda la historia humana puede ser compendiada como el milenario esfuerzo para realizarlos cada vez mejor. Una furtiva visión del pasado revela sus giros en torno a los valores. En cada período histórico descuella un valor que ocupa el cenit de la actividad de sus hombres y matiza sus coyunturas, sus sucesos y el estilo de su vida: en la antigua Grecia preponderaron las virtudes morales; en Roma, las jurídicas; en la Edad Media, las religiosas; en el Renacimiento, las bellas artes; en el siglo XVIII, las lucubraciones racionales; en la actualidad el valor teórico, la verdad, que preside el trabajo científico.

Tan evidentes son los valores que no faltan en la historia de la meditación filosófica certeras, aunque parciales, investigaciones sobre problemas axiológicos. Pero los filósofos griegos y medievales embebidos (absorbieron) en los temas del "ser", le subordinaron los valores, considerando, sin dar cumplida explicación, que el "valor supremo" residía en la "realidad suprema."[2] La Circunstancia anotada retardó la reflexión autónoma y sistemática de los valores hasta el siglo pasado.

2 DETERMINACIONES GENERALES DE LOS VALORES.-

El estudio de los valores corresponde a la filosofía y consiguientemente deberíamos pasar de largo. Empero, están estrechamente relacionados con la conducta humana que también es regida por el derecho. El derecho es un medio para la realización de algunos valores. Esto hace inexcusables breves notas acerca de ellos, sin que esta aproximación importe irrumpir en cercado ajeno. Nos limitaremos a avistar los valores en lontananza (que apenas se pueden distinguir), como puntos de referencia.

Sin hacer nuestra una serie de controversias no superadas, enunciaremos los caracteres relevantes de los valores en sus formas menos litigiosas.

2.1 El valer.-

Ante las cosas y los sucesos, ante las personas y sus actos, ante nosotros mismos y nuestra conducta, espontáneamente, casi inadvertidamente, reaccionamos con una toma de posición favor­able o adversa. La realidad no nos es indiferente, contemplamos cada uno de sus objetos como revestido de cierta cualidad atinente a su dignidad y que se impone por sobre nuestras tendencias. He ahí porqué cruzamos el mundo diciéndonos quedamente o hablando en voz alta: esto es bello, eso sublime, aquello santo, lo de más allá feo, falso, inútil, profano...

La impresión afectiva que motivan los eventos y seres en medio de los cuales vivimos, nos lleva a preguntar qué es la belleza, la bondad, la utilidad, la verdad. ¿Quizá algo sobrepuesto a los objetos reales? ¿Acaso elementos o partes constitutivas de su ser?

Un análisis desde el punto de vista del ser muestra que las cosas bellas y las feas, la útiles y las inútiles, constituidas en idéntica materia, tienen iguales, propiedades primarias inherentes a su substancia-impenetrabilidad, peso, extensión, composición química, etc. El granito de una escultura lograda no es de otra naturaleza física que el adoquín de la calzada extraído de la misma cantera, salvo el valor estético incorporado a la obra de arte. Un burdo lingote de hierro se diferencia de una herramienta del mismo metal por la forma de ésta, que lo hace útil, es decir, valiosa. En cuanto a los entes matemáticos y lógicos y las relaciones, además de observar sus propias legalidades, con respecto a sus referentes reales pueden ser exactos o errados. Un juicio falso, como estructura lógica, no es ni más ni menos que un juicio verdadero, nada los distingue en el mundo ideal, no obstante, en los juicios "el hombre mortal" y "el hombre es inmortal" lo perecedero de la existencia humana hace que la verdad de uno sea su valor positivo.[3]

La belleza, la utilidad, la verdad, etc., no son ingredientes con sustantividad propia que se aditen a los objetos. Al impregnar en ellos no incrementan su realidad o su idealidad, sencillamente lo realzan trocándolos en bienes.[4]

El resultado es claro. Los valores no son entes substantes ni abstracciones, tampoco cabe confundirlos con la nada: fulguran en los objetos valiosos. Los valores son cualidades de índole especialísima, sui generis. El valor puro al no ser real ni ideal, netamente vale, su esencia es el valer, el ser valente.

2.2 No-independencia.-

Los valores adhieren inmaterialmente a los objetos y les infunden sus atributos, los hacen valiosos. Fatalmente no disponen de otra vía para mostrársenos. Su no-independencia estriba en ese necesario engarce con objetos reales e ideales. Por eso, aun considerados en abstracto contienen una referencia al ser.

"Los valores no existen por sí mismos, sino que descansan en un depositario o sostén que, por lo general, es de orden corporal. Así, la belleza, por ejemplo, no existe por sí sola flotando en el aire, sino que está incorporada a algún objeto físico: una tela, una piedra, un cuerpo humano, etc. La necesidad de un depositario en quien descansar da al valor un carácter peculiar, le condena a una vida 'parasitaria'.[5]

La verdad de un pensamiento también necesita de un portador: las palabras escritas o habladas con que se expresa el juicio o el razonamiento.

2.3 Los bienes.-

Reiteramos lo expuesto: los valores aparecen a través de los entes y de las acciones como cualidades que rompen nuestra indiferencia.

Así, en la temática del valor llegamos obligadamente a los bienes. Los bienes son entes reales o ideales saturados de valor.

En el neolítico, el salvaje, al pulimentar una piedra en forma de hacha, añadía al objeto inerte el valor de la utilidad, convirtiéndolo en un bien económico. En el plano estético recurrimos a un ejemplo plástico de Risiere Frondizi: "un trozo de mármol es una mera cosa; la mano del escultor le agrega belleza al “quitarle todo lo que le sobra”, según la irónica imagen del escultor, y el mármol-cosa se transforma en una estatua, en un 'bien'.[6]

En términos sumarios, la igualdad es:

ente real o ideal + valor = bien

Por eso, en cuanto descargamos mentalmente los bienes de su atuendo material o ideal, emerge singularísimo y evanescente el valor.

2.4 Objetividad.-

Para algunos, los valores, considerados en sí mismos, son cualidades puras, inmarcesibles, con existencia propia, independiente de las cosas e indiferente a que haya sujetos capaces de aprehenderlos.

Esta concepción adjudica a los valores la perfección absoluta y la inmutabilidad eterna de las ideas platónicas, que están fuera del alcance del hombre. Si es así, ¿qué sentido tendrían para nosotros entidades autónomas, ajenas a nuestra capacidad de captar, estimar o realizar?

Según otros, los subjetivistas, no deseamos las cosas "porque son buenas o bellas, sino que son buenas o bellas... porque las deseamos."[7] Es decir, las impresiones subjetivas de agrado o desagrado, de deseo o aversión que las cosas provocan en nosotros, las proyectamos sobre ellas mismas, atribuyéndoselas, y luego haciendo pie en ello, las calificamos de bellas, buenas, etc. Sería a partir de esta objetivación que se elaboran las abstracciones de lo bello, lo santo, lo bueno, etc.

Si los valores no fuesen más que producto de las inclinaciones y necesidades del hombre o reflejos de sus sensaciones placenteras o dolorosas, se hallarían a merced de los vaivenes de nuestro estado de ánimo. Cuan ocioso sería discurrir sobre la belleza de una obra de arte. El relajamiento conmocionaría la sociedad: "el 'buen gusto' y la prédica moral no tendrían sentido y tanto valdría el corrompido como el hombre honesto: ambos se conducirán de acuerdo a los propios deseos y a los intereses que los mueven."[8] En el campo del saber, los valores que darían agotados con la explicación de las reacciones psíquicas de agrado, deseo o interés.

Mas el valor no es simple producto de la subjetividad. No menoscaba la belleza de un cuadro el encono del competidor frustrado, ni la verdad de un juicio depende de la animosidad de las personas a quienes estorba. El placer del pecado enturbia la conciencia y lo difícil de la virtud la hace más plausible. En estos casos hay conflicto entre la valuación axiológica del acto y el agrado o desagrado que le acompaña. La apetencia o la repulsión no son criterios seguros de valor.

El valor inserto en el bien es inmune a la volubilidad de nuestros estados psíquicos, existe fuera de nosotros, aunque es asequible a cuantos están en disposición de apreciarlo; es decir, es objetivo.

La objetividad del valor, significa que el objeto valioso -el bien-posee una cualidad o propiedad que despierta nuestra preferencia o incita nuestro rechazo. Dicha cualidad o propiedad residente en el bien y apta para motivar estados de ánimo, hemos identificado como "valor".

2.5 Valoración.-

Valoración es el proceso anímico del hombre en cuya virtud reconoce la dimensión valiosa de un bien, estableciéndose entre ambos una relación: él, como sujeto, y el bien, como objeto valo­rado.[9]

2.6 Polaridad.-

Todos los valores tienen anverso y reverso; exhiben un lado positivo y otro negativo. A esta escisión de los valores se llama polaridad.

El contrapolo de lo bueno es lo malo; lo contrario a lo justo, lo injusto; lo opuesto a lo útil, lo inútil; lo adverso a lo santo, lo diabólico[10]; la antítesis de la verdad, lo falso; el contravalor de lo bello, lo feo. "La 'fealdad' tiene tanta presencia efectiva como la 'belleza'; nos topamos con ella a cada rato. Lo mismo puede decirse de... la injusticia, lo desagradable, la deslealtad, etcétera."[11]

2.7 ¿Intemporalidad?.-

El examen de la relación que guardan los valores con el tiempo, nos conduce a posturas contradictorias.

Unos afirman que los valores son intemporales. Si un cuadro es bello y un acto es justo, la belleza que ilumina a uno y la justicia que ennoblece a otro son independientes del tiempo. Ayer como hoy, hoy como mañana, siempre, aquí y en todas partes, "Si un valor vale, vale eternamente", dice Aloys Mullen[12]

Otros piensan que lo intemporal son los conceptos de los valores que, como elementos lógicos, tienen la consistencia extratemporal de los objetos ideales.

Si abandonamos los conceptos y contemplamos los bienes, observamos que éstos arrastran en sus transformaciones temporales a los valores que sustentan. Efectivamente, los entes que albergan notas de valor, a fuera de reales, están bajo la acción del tiempo y experimentan transmutaciones causales. La verdad también es afectada cuando se modifica el objeto al que se refiere el pensamiento, ocasionando su inadecuación y, por así decirlo, fuga o se deteriora el valor.

Por sobre el disentimiento expuesto, lo cierto es que la humanidad, con ansia de perfeccionamiento, anhela alcanzarlos de más cerca y enfila su proa a los valores o, si se prefiere, a las ideas de los valores, que permanecen inmutables en medio del cambio de concepciones, programas y estilos elaborados para realizarlos en la historia.

3 PREHENSIÓN[13] DE LOS VALORES.-

¿Cómo se siente los valores?

¿Cómo se intuyen los valores?

La valoración de un bien consiste en la aprehensión del valor inmanente en él. Es así como a través de una computadora, un libro científico, un poema, una sentencia justa, un acto de caridad y una vida entregada a la adoración mística de Dios, se manifiestan a nuestra preferencia estimativa los valores de lo útil, la verdad, la belleza, lo justo, lo bueno y lo santo.

La intuición captora de valores impresos en los bienes es quehacer de la estructura anímica íntegra, pues concurren sus facultades sensoriales, intelectuales, volitivas y emocionales, en proporciones diversas, según el objeto de la valoración.[14]

En el plano estético predomina lo emotivo, pero no están ausentes elementos intelectuales; la capacitación refina la aptitud estimativa, y por eso hay cursos e institutos de bellas artes y conservatorios de música. "Un largo y penoso trato es a veces necesario para que la obra de arte corra lentamente el velo que cubre su belleza."[15] En la ética el estudio de las doctrinas morales ilumina el planteo y la recta concepción de los valores superiores y los problemas de la conducta humana. Algo que nos toca más de cerca es el dominio de las ciencias jurídicas como recurso inestimable para proferir decisiones y sentencias con alto sentido de justicia. En el sector de lo útil, "no puede captarse la utilidad de un objeto sin un concepto previo del fin que debe cumplir y del modo como lo cumple."[16] Por último, la percepción del valor propio de la lógica, de la teoría del conocimiento y de la metodología de las ciencias, la verdad, que es la concordancia del pensamiento con el objeto conocido, es más intelectual que emotiva.

El papel decisivo de la intuición creadora en la ciencia y el contingente resultado del ahínco del investigador, es sencillamente expuesto por uno de los más grandes maestros de las ciencias sociales del siglo XX, Max Weber. "Sólo sobre el terreno de un trabajo muy duro surge normalmente la ocurrencia, aunque es cierto que no siempre". "La ocurrencia viene cuando ella quiere, no cuando queremos nosotros". "Pero sea como sea, el trabajador científico tiene que contar con el azar, que tiene todo trabajo científico, de que venga la 'inspiración' o de que no venga". Cuando ella llega hay un arranque de júbilo, a veces explosivo, de quien la halla y eufórico exclama ¡eureka!

En la ardua labor del científico también tiene cabida la modestia de la resignación, porque "Uno puede ser excelente trabajador sin haber tenido nunca una ocurrencia propia valiosa."[17]

Una acotación para no confundir la aprehensión de los valores con su conocimiento teórico. La teoría de los valores es de orden racional y tiene su valor propio, la verdad. "Una obra sobre estética no nos pro­duce ninguna emoción, pues está constituida por conceptos y proposiciones con significación y sentido intelectual."[18] Al contrario, en la captación intuitiva de la belleza prevalece lo emotivo: de pronto quedamos embelesados, sin saber cómo, ante la aparición de una hermosa imagen; lo mismo sucede con un poema "donde la metáfora que usa el poeta tiene una intención expresiva y de contagio emocional y no... de conocimiento."[19]

Por haberla mencionado antes y para salvar una omisión, ocupémonos de la intuición emotiva. La conciencia no se mantiene indiferente ante cosas y acciones de linaje valioso (un cuadro, una escena de ballet) que reclaman su atención; se conmueve ante ellas; y en un acto único y simple intuye y aprecia esa cualidad valiosa. En lo profundo de esta función estimativa se agita lo que comúnmente llamamos "sentimiento" y cuyos elementos fundiales son el sentir, la no-indiferencia, el preferir y el preterir, el odiar y el amar, el repudiar y el querer. Es el "percibir sentimental" de Scheler, que descubre esa aura indescriptible de los bienes.

La intuición emocional es tan básica como las percepciones de los sentidos, las decisiones de la voluntad y el ejercicio de las facultades racionales. Todas estas funciones concurren, con diversos aportes, en las actividades de la conciencia.

4 REALIZACIÓN DE LOS VALORES.-

¿Cómo se presentan los valores?

El hombre queda vinculado a los valores tan pronto los intuye. Entonces se proyectan sobre él. Ofician de directrices que inspiran su sentido creador y su acción. Incesantemente le conmina a emplear sus facultades y esfuerzos para ser realizados. Brota de ellos un silente e imperioso llamado para que los actualice convirtiendo sus requerimientos en actos y cosas reales.[20]

Captados por la conciencia, los valores se erigen en principios actuantes: cada quien se siente obligado a ser justo, verídico, bueno, en lo posible de apariencia agradable y con vocación para lo perfecto y eterno, aunque su conducta, en el mar embravecido de la vida, sea indócil al magnetismo de los valores.[21]

Así, pues, el hombre que concibe los valores tienen el don de plasmarlos en el mundo de la realidad, realizándose, paralelamente, como individuo. "Sólo el sujeto es capaz de proponerse fines, es decir, de transformar los valores que ha intuido en metas de su acción."[22]

Unos valores, los estéticos, por medio del hombre encarnan en objetos materiales. El artista se inspira en la belleza para pintar "su" cuadro o cincelar "su" estatua y opera el milagro de convertir la materia inerte en algo valioso, en bienes. En el arte parece claramente el hombre como agente realizador de valores.

Otros valores, los éticos, supremos guías de la conducta, no sólo inducen al hombre e insertarlos en la realidad. Mucho más que eso, sus propias acciones son la materia en la que cristaliza la cualidad valiosa. El proceso de realización de los valores éticos culmina plenamente en la persona humana, sin necesaria referencia o adscripción a cosas materiales: un deseo, por mucho que no se concrete en acto, ya de por sí es bueno o malo. Los valores éticos encuentran su soporte en la voluntad, las intenciones, los propósitos, los deseos y los actos humanos.

Con respecto a la facultad creadora del hombre, recordemos que sus acciones y cuanto sale de sus manos oscila entre los defectuoso y cierto grado de perfección. Su conducta lícita es tan sólo relativamente buena y la maldad de sus desvíos no es completamente sombría, está tachonada de racionalizaciones, aunque falaces, de errores y hasta de remordimientos. Pocas obras inspiradas en el valor estético exaltan superlativamente un estilo de belleza, pero no alcanzan el summun del arte: lo absoluto está allende las posibilidades humanas. En cuanto a lo santo, algunos elegidos llegan a un grado elevado de virtud, los demás caminan por el pecado como jaguares en la selva.

5 VALORES ÉTICOS Y NORMAS.-

Hemos aludido antes a una nota específica de los valores éticos y volveremos sobre ella: se cumplen hasta su cabal realización en el hombre aislado o socialmente vinculado. El acto humano es su objeto, no requiere de más. Ahí estriba el destino del hombre: él, artífice de su propia vida, debe saturarla de valor.

Los valores éticos, además del bien y sin excluir los omitidos, comprenden los siguientes: la misericordia, el amor, la fidelidad, la humildad, la modestia, la justicia, la equidad, la paz, el altruismo, la libertad, el orden y la seguridad. Aunque no todos, algunos pueden ser expresados en normas que prescriben la conducta a cumplirse cotidianamente.

Las normas son una especie de intermediarios que traducen las incitaciones de los valores éticos en mandatos aptos para ser conocidos y obedecidos por los hombres. De expresión sencilla y concisa, constantemente repetidos y ungidos por la tradición, van adentrándose en las conciencias y forman el recetario colectivo de conductas aprobadas, al margen de disquisiones axiológicas: no matar, no robar, no mentir, auxiliar al necesitado, respetar a los padres, etc. De este modo son accesibles a la totalidad de las personas y, lo que es importante, facilitan y promueven el cumplimiento de los valores en general y de los éticos en particular. El papel de las normas es compa­rable al de la moneda que sirve de patrón de valores económicos y es usada incluso por quienes ignoran teoría monetaria.

El mandato de las normas para regir actos concretos resulta de conjugar las exigencias de los valores éticos con la cambiante situación humana, en diferentes medios geográficos, sociales e históricos. Por eso hay distintas morales,[23] y, sin embargo, todas tienen un fondo común que es su inalterable referencia a un mismo valor, el bien. Igualmente, los regímenes jurídicos, a pesar de su disparidad, se orientan hacia la justicia que tratan de realizarla en niveles progresivos.

De acuerdo a lo anterior, las normas son los valores éticos refractados en una realidad humana y social concreta, espacial e históricamente determinada. Por consiguiente, las normas morales dependen de los valores éticos correspondientes, principalmente el bien, y las normas jurídicas de los valores sociales: justicia, libertad, bien común, orden, paz, seguridad, etc.

Las normas, preceptos forjados en cierta época, encierran un mandato ético, instituyen un deber que cumplir. Este imperativo de acción es el quid de su existencia, lo que les da su verdadero carácter, su auténtico sentido, porque a través de ellas se pretende realizar valores jurídicos.


[1] Del griego: axios = digno, que vale; logos = tratado

[2] José Ferrater Mora, Diccionario de Filosofía, 3a. Ed., Sudamericana, Buenos Aires 1951, pág. 961.

[3] Algunos autores excluyen la verdad de la tabla de valores. "Para el emocionalismo, el llamado valor teórico -es decir, la verdad- cae fuera de la esfera axiológica". A. Pescador. Ortología, pág. 82.

[4] "Parece evidente que los valores no son cosa materiales. El análisis físico de un objeto no nos lleva a encontrar las partículas valiosas. Es más, sería una actitud absurda que un físico tratara de buscar el elemento físico valor". Id. id., pág. 86

[5] R. Frondozi, ¿Qué son los valores?, 1a. ed. Fondo de Cultura Económica, México 1958, pág. 10.

[6] Id. id., pág. 10

[7] A. Pescador, ob. cit, pág. 89

[8] Risieri Frondizi, ob. cit., págs. 103-104

[9] "Sin el primero no habría quién valorara y sin el segundo no habría qué valorar". Miguel Bueno, La Esencia del Valor, 1a. ed., Imprenta Universitaria, México, 1964, pág. 95.

[10] En la relación bipolar, lo profano sería lo indiferente, lo neutro, lo que está fuera del valor religioso.

[11] R. Frondizi. ob. cit., pág. 14.

[12] Introducción a la Filosofía, pág. 33

[13] aprehender. tr. Coger, asir, prender a alguien, o bien algo, especialmente si es de contrabando. || 2. aprender (ǁ llegar a conocer). || 3. Fil. Concebir las especies de las cosas sin hacer juicio de ellas o sin afirmar ni negar.

[14] A. Pescador, ob. cit., pág.81

[15] R. Frondizi, ob. cit., pág. 32

[16] Id. id., pág. 33

[17] Fragmento de una conferencia dada por Max Weber en la Universidad de Munich, 1919, (traducción de Joaquín Abellán), publicada en el libro "La Ciencia como Profesión", Colección Austral de Espasa Calpe, Madrid, 1992, pág. 62 - 63.

[18] R. Frondizi, ob. cit, pág. 13.

[19] Id. id., pág. 13

[20] Pescador exalta la realización de valores a nota fundamental, sosteniendo que frente al ser real y al ser ideal "hay un tercer modo de ser: el del ser que 'no existe pero puede llegar a existir'. Este es el ser posible" (pág. 98). "Esta categoría (posible, rea­lizable) es la determinante de! ser peculiar del valor" (pág. 15). Ob. cit, pág. 15

[21] En oposición Alf Ross: "...aun cuando podamos -en contra de lo que creo- aprehender una cualidad específica en ciertos hechos, que puede ser denominada su 'valor' o 'bondad'. Tal conocimiento no tiene tampoco fuerza motivadora independiente y solo posee significado práctico si tengo interés en 'lo valioso' o 'lo bueno'". Sobre el Derecho y la Justicia (traducción de Genaro R. Carrió), 2a. ed., Eudeba, Buenos Aires, 1970, pág. 292.

[22] Eduardo García Maynéz. Filosofía del Derecho, 5a. ed., Porrúa, S.A., México, 1986, pág. 32.

[23] La moral cristiana es algo diferente a la estoica formulada por filósofos griegos romanos, practicada por ellos, sus discípulos y otras gentes de la misma época.

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