miércoles, 25 de enero de 2017

EPICÚREO Y EL EPICUREÍSMO

¿Qué es el epicureísmo?

Para el Epicureísmo, el mayor bien y el propósito de la vida es el placer. En realidad se refiere más a los placeres del intelecto ya que considera que los placeres sensuales trastornan el espíritu. Para Epicuro, una persona es feliz cuando puede controlar sus miedos, el miedo al futuro, al fin de la vida y a Dios. De modo que eliminar todos los miedos es el objetivo primordial de esta filosofía.

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Utilidad: Filosofía del Derecho, Filosofía Jurídica.

CONTENIDO:

1.-         Vida de EPICURO:

2.-         Las partes de la filosofía según EPICURO:

2.1.-          La teoría epicúrea del conocimiento: LA LÓGICA

2.2.-          La física de epicúreo:

2.2.1.-      El Universo:

2.2.2.-      Átomos y vacío:

2.2.3.-      Los dioses y los seres humanos:

2.3.-          La ética  de epicúreo:

2.3.1.-      El placer:

2.3.2.-      Placeres del cuerpo y placeres del alma:

2.3.3.-      Deseos naturales y deseos no naturales:

2.3.4.-      La elección de los placeres:

2.3.5.-      El tetrafármacos:

3.-         ¿Qué es el epicureísmo?

Bibliografía.

1.- Vida de EPICURO:

el-epicureismoEpicuro (341 a.C.-270 a.C.), filósofo griego nacido en la isla de Samos en el seno de una familia ateniense, y educado por su padre, que era maestro, y por varios filósofos. A los 18 años se trasladó a Atenas para cumplir su servicio militar. Después de una breve estancia, en el 322, se reunió con su padre en Colofón, donde empezó a enseñar. Sobre el 311, Epicuro fundó una escuela filosófica en Mitilene, en la isla de Lesbos, y dos o tres años después fue director de una escuela en Lampsaco (hoy, Lâpseki, Turquía). De regreso a Atenas en el 306, se instaló allí y enseñó sus doctrinas a un devoto grupo de seguidores. Como las enseñanzas tenían lugar en el patio de la casa de Epicuro, sus seguidores fueron conocidos como los 'filósofos del jardín'. Tanto las mujeres como los hombres frecuentaban este lugar, y esta circunstancia provocó numerosas calumnias sobre las actividades que allí tenían lugar. Estudiantes de toda Grecia y Asia Menor acudieron para incorporarse a la escuela de Epicuro, atraídos tanto por su carácter como por su inteligencia.

Epicuro fue un autor prolífico. Según lo que acerca de su vida refirió el historiador y biógrafo del siglo III d.C. Diógenes Laertes, a su muerte dejó 300 manuscritos, incluyendo 37 tratados sobre física y numerosas obras sobre el amor, la justicia, los dioses y otros temas. De sus escritos, sólo se han conservado tres cartas y algunos fragmentos breves, incluidos en la biografía de Diógenes Laertes. Las principales fuentes sobre las doctrinas de Epicuro son las obras de los escritores romanos Cicerón, Séneca, Plutarco y Lucrecio, cuyo poema De rerum natura (De la naturaleza de las cosas) describe el epicureísmo en detalle.

La preocupación básica de Epicuro fue la de conseguir un arte de vivir; para él una filosofía que no sirviera para alcanzar la felicidad del hombre no tendría razón de ser. Ahora bien, esto no le conduce a buscar placeres desenfrenados, sino, al contrario, a abogar por una vida pacífica y mesurada, en la que el espíritu goce de amistad y del cultivo de la filosofía. El primer paso para ello consiste en eliminar lo que produce infelicidad al hombre: el pensamiento de la muerte, el temor a los dioses y el dolor físico. Propugna el cultivo de los placeres, los más deleitables de los cuales son los espirituales (la amistad, el goce intelectual). Esta ética es completada por dos disciplinas: la canónica y la física. La primera es una teoría del conocimiento de estilo sensista, que permite una explicación naturalista de todo, eliminando así lo sobrenatural. La física es un elaborado atomismo, en el que, y en esto consiste la diferencia con la física de Demócrito, introduce un elemento de azar al considerar que algunas veces los átomos pueden sufrir desviaciones. Afirma que la materia es eterna e increada y que el orden cósmico se debe a razones mecánicas y no a una teología.

Según el doxógrafo Diógenes Laercio (s. III), Epicuro escribió unas 300 obras, de las cuales nos quedan tres cartas: carta a Herodoto, carta a Pitocles y carta a Meneceo, y una colección de 44 sentencias denominadas Máximas capitales (o Doctrinas capitales). El conjunto de estos escritos aparece recopilado en el libro X de la obra de Diógenes Laercio Vida de los más ilustres filósofos griegos. Además, en el s. XIX se descubrió en el Vaticano un manuscrito con otra colección de 80 sentencias, Sentencias de l Vaticano. Conocemos el resto de la obra de Epicuro parcialmente gracias a diversas citas de autores posteriores y al encuentro en el siglo XVIII, en una villa de Herculano, de los restos de una obra titulada Sobre la naturaleza.

La filosofía de Epicuro ha sido objeto de multitud de interpretaciones arbitrarias y sesgadas, que han contribuido a desacreditarla, del tal modo que se ha tendido a presentar al maestro y a sus discípulos como personajes groseros y hundidos en una vida cenciosa y libertina, de ahí que frecuentemente se refieran a ellos con expresiones como la de “puercos de Epicuro“ y otras análogas, sin embargo, dicha doctrina enseñaba una teoría y una praxis significativamente ascética[1].

2.- Las partes de la filosofía según EPICURO:

Para Epicuro, la filosofía posee una función útil: liberarnos de las pasiones y de los dolores que turban nuestra alma para conseguir la felicidad. En este sentido, la Ética intenta decirnos en qué consiste nuestro bien, qué camino es conveniente seguir, qué comportamientos debemos evitar y, al mismo tiempo, establecer las adecuadas normas de conducta.

Para ello, es necesario el cultivo de la ciencia de la Física, con el fin de adquirir un conocimiento adecuado del mundo y de la naturaleza humana, y de la ciencia Lógica, Epistemología o Canónica que nos muestra el valor de nuestras capacidades cognoscitivas y de la metodología adecuada que permite distinguir lo cierto de lo erróneo. En consecuencia, en el pensamiento de Epicuro encontramos tres partes, a saber: la Canónica (o Epistemología), la Física y la Ética.

2.1.- La teoría epicúrea del conocimiento: LA LÓGICA

“Los criterios de verdad son los sentidos, las anticipaciones y los afectos. Todo sentido es irracional y se da directamente y la duración de los efectos de la sensación testimonia la veracidad de las sensaciones, ni hay nada que pueda refutarlas; pues ni la sensación homogénea refuta a la homogénea, siendo de igual valor ni la heterogénea a la heterogénea porque, en este caso, no se refieren a la misma cosa, ni tampoco un sentido a otro, pues los tenemos todos unidos. Ni aun la razón puede corregirlos, pues toda razón depende de los sentidos y la verdad de éstos se confirma por la certidumbre de las sensaciones.”

DIÓGENES LAERCIO: Vidas de los más ilustres filósofos griegos.

Según Epicuro disponemos de tres modos (o tres criterios) de conocimiento: las sensaciones, las anticipaciones (o prolepsis) y las afecciones (o pasiones). Las sensaciones son el fundamento de todos los demás conocimientos; pues constituyen el principal medio para captar la realidad y la única garantía que nos asegura la certeza de los contenidos cognoscitivos: la sensación nunca se equivoca, mientras que la memoria y el razonamiento conducen frecuentemente al error.

Así pues, tanto las anticipaciones como las afecciones y, en último término, todos nuestros estados y conocimientos dependen de la sensación; ésta constituye la única garantía de nuestro conocimiento: sólo aquello que haya sido registrado bien por una sensación pasada, bien por una sensación actual puede ser admitido como real.

Epicuro llamó canónica a la lógica o teoría del conocimiento, en cuanto la consideró esencialmente dirigida a ofrecer el criterio de verdad y, por tanto, un canon, es decir, una regla para orientar al hombre hacia la felicidad. El criterio de verdad está constituido por las sensaciones, por las anticipaciones y por los sentimientos.

La sensación se produce en el hombre por el flujo de los átomos que se separan de la superficie de las cosas (según la teoría de Demócrito, ). Este flujo produce en los hombres imágenes, en todo semejantes a las cosas que las producen. De estas imágenes nacen las sensaciones; de las sensaciones nacen las representaciones fantásticas que resultan de la combinación de dos imágenes diversas (como, por ejemplo, la representación del centauro nace de la unión de la imagen del hombre con la del caballo).

De las sensaciones repetidas y conservadas en la memoria nacen también las representaciones genéricas (o conceptos) que Epicuro (al igual que los estoicos) llamó anticipaciones. En efecto, los conceptos sirven para anticipar las sensaciones futuras. Por ejemplo, si se dice, "éste es un hombre", hay que poseer ya el concepto de hombre, adquirido en virtud de las sensaciones anteriores. Ahora bien, la sensación es siempre verdadera. En efecto, no la puede refutar una sensación homogénea, que la confirma, ni una sensación distinta que, procediendo de otro objeto no puede contradecirla. Así, pues, la sensación es el criterio fundamental de verdad. Pero como también los conceptos o anticipaciones provienen de sensaciones, también son verdaderos, y, junto con la sensación, constituyen el criterio de verdad. En fin, el tercer criterio de verdad es el sentimiento, es decir, el placer o el dolor, que constituye la norma para la conducta práctica de la vida y por eso está fuera del campo de la lógica.

El error, que no puede subsistir en las sensaciones y en los conceptos, puede, en cambio, subsistir en la opinión: ésta es verdadera si queda confirmada por el testimonio de los sentidos o por lo menos no la contradice tal testimonio; en caso contrario, es falsa. Ateniéndose a los fenómenos, tal como se nos manifiestan merced a las sensaciones, se puede, con el razonamiento, extender el conocimiento incluso a cosas que para la misma sensación se hallan ocultas: pero la regla fundamental del razonamiento en este caso es el acuerdo más estrecho con los fenómenos percibidos.

En el escrito de Filodemo, Sobre los signos, que expone las doctrinas del epicúreo Zenón, maestro de Filodemo, la teoría del razonamiento inductivo se desarrolla y defiende contra los ataques de los estoicos. Los estoicos decían que no basta constatar que los hombres que nos rodean son mortales para decir que en todas partes los hombres sean mortales: haría falta determinar que los hombres son mortales precisamente en cuanto hombres, para dar a aquella inferencia su correspondiente necesidad. Pero los epicúreos respondían que, mientras nada se oponga a su conclusión, una inferencia del género, fundada en la analogía, debía ser considerada como válida. Como todos los hombres al alcance de nuestra experiencia son semejantes también con respecto a la mortalidad, hay que afirmar que también son iguales en este aspecto los hombres fuera del alcance de nuestra experiencia En otros términos, los epicúreos admitían que la inducción era un proceso por analogía (entendiendo por analogía la identidad de dos o más relaciones): en el sentido de que una vez comprobado que, en nuestra experiencia, una determinada cualidad (por ej., "mortal" acompaña de continuo a otras cualidades, como las que constituyen los hombres) se puede inferir que, aun allí donde no llega nuestra experiencia, esta relación se mantiene constante, es decir, que a las demás cualidades de los hombres acompaña siempre la de mortal. De esta manera presuponían ellos no sólo la necesaria semejanza de los hombres, según la crítica de los estoicos, sino la semejanza, o sea, la uniformidad de las relaciones entre cualidades o hechos: uniformidad a la que más tarde llamará Stuart Mill "uniformidad de las leyes de naturaleza", como distinta de "uniformidad de naturaleza". Los epicúreos partían también de un sentido amplio de la experiencia y afirmaban que recogían "no sólo los signos que nos aparecen o que experimentamos nosotros mismos sino también las cosas que aparecen en la experiencia ajena y que pueden ser tomadas de ella". Y también en esto se apartaban de los estoicos que reducían la experiencia a la percepción de aquí y ahora, poniendo toda la fuerza del razonamiento en este aquí y ahora.

Epicuro fue el primero en formular una teoría sobre el lenguaje que ha sido actualizada en los tiempos modernos: el lenguaje es un producto natural porque es la expresión sonora de las emociones que experimentan los hombres en determinadas condiciones. Es la tesis defendida por Rousseau en el siglo XVIII.

2.2.- La física de epicúreo:

La física, como proceso de explicación del Universo posee una finalidad fundamentalmente desmitificadora; a saber: poner de relieve la auténtica realidad de los fenómenos y de los seres naturales con el fin de eliminar los infundados temores cósmicos y teológicos, y permitir a los seres humanos vivir en paz consigos mismos.

2.2.1.- El Universo:

“ Ante todo, nada proviene de la nada o de lo que no existe, pues en este caso todo nacería de cualquier cosa sin necesidad de semillas. Y si lo que desaparece no pasase a ser otra cosa y se disolviese en la nada, ya todo se hubiera acabado. Pero el Universo fue siempre tal y como es hoy y siempre será así, pues no existe nada en que pueda convertirse: pues fuera del propio Universo nada hay en lo que pueda cambiarse”.

DIÓGENES LAERCIO: Carta a Herodoto..

La concepción física de Epicuro se fundamenta en los tres principios siguientes: a) nada puede nacer de la nada; b) nada puede reducirse a la nada; c) el Todo (el Universo) siempre ha sido tal y como ahora es y siempre será de la misma manera.

Estos tres principios le parecen evidentes al filósofo, pues, en primer lugar, si algo pudiera venir de la nada, los seres podrían nacer de cualquier cosa; pero nuestros sentidos nos muestran que las cosas surgen a partir de una materia anterior (de unos gérmenes anteriores) dotada de ciertas virtudes; en segundo, también es evidente que nada puede reducirse a la nada, pues si fuera posible tal reducción (es decir, la desaparición integral de algo), el conjunto de los seres iría disminuyendo, ya que, según la ley anterior, nada proviene de la nada. Pero, dado que el tiempo es infinito, todos habrían desaparecido ya; por tanto, en tercer lugar, el Todo (el Universo) es inmutable: todo cambio se da en el Universo, pero el Universo no cambia, siempre es el mismo.

2.2.2.- Átomos y vacío:

“El Universo es cuerpo y espacio; en efecto, la sensación atestigua que los cuerpos existen y de acuerdo con ella es necesario concluir racionalmente sobre aquello que no es evidente a los sentidos. Pero si no existiera el espacio, que es llamado vacío, lugar y naturaleza impalpable, los cuerpos no tendrían lugar donde estar ni donde moverse; y fuera de esto no puede entenderse ni siquiera imaginarse nada.”

DIÓGENES LAERCIO: Carta a Herodoto.

Epicuro, siguiendo a Demócrito, mantuvo que el Universo se encuentra constituido por dos realidades: los átomos y el vacío; los primeros son infinitos en número, el segundo en extensión. Los átomos poseen una amplia variedad de formas y tamaños y, moviéndose en el vacío y combinándose entre sí de diversos modos, dan lugar a las diferentes clases de seres, por supuesto, todos ellos corporales o materiales.

El movimiento es explicado de manera mecánica: los átomos son pesados y en virtud de esta propiedad, tienden a caer “de lo alto hacia abajo”. Ahora bien, con frecuencia en esta caída unos chocan con otros variando de dirección y velocidad, originando, de este modo, combinaciones nuevas que dan lugar a la diversificación de los seres; así pues, en el Universo todo es variación y cambio.

2.2.3.- Los dioses y los seres humanos:

Los epicúreos aceptaron la existencia de los dioses, que son incorruptibles, bienaventurados y plenamente felices: pero mantuvieron que permanecían ajenos e indiferentes a la marcha del mundo y a la suerte de los seres humanos: no intervienen en las tormentas, ni en los terremotos, ni en las desgracias de las personas. En cuanto a éstas, no poseen nada inmortal, el alma misma se encuentra formada por átomos y, en consecuencia, es material y no puede sobrevivir a la muerte del cuerpo:

“El alma es corpórea, compuesta de partículas sutiles, difundida por toda la estructura corporal, muy semejante a un espectro que contiene una mezcla de calor; un poco semejante a éste y otro poco a aquél y también muy diferente a ambos por la sutileza de las partículas. En particular, recibe muchas mutaciones por la tenuidad de sus partes; pero ellas se encuentran concreta en sí misma más que con el resto de las partes. Todo esto manifiesta las facultades del alma, los afectos, los movimientos ligeros y los pensamientos mentales, si nos faltan los cuales, morimos.”

DIÓGENES LAERCIO: Carta a Herodoto.

La física de Epicuro tiene por objeto excluir de la explicación del mundo cualquier causa sobrenatural y liberar de esta manera a los hombres del temor de estar a merced de fuerzas desconocidas y de misteriosas intervenciones. Para lograr este objetivo la física tiene que ser: 1° materialista, o sea, excluir la presencia en el mundo de toda "alma" o principio espiritual; 2° mecanista, esto es, valerse en sus explicaciones únicamente del movimiento de los cuerpos excluyendo toda clase de finalismo. Como la física de Demócrito respondía a estas dos condiciones, Epicuro la adoptó e hizo suya con escasas modificaciones.

Al igual que los estoicos Epicuro afirma que todo lo que existe es cuerno porque sólo el cuerpo puede actuar o padecer una acción. Incorpóreo, solo admite el vacío, pero el vacío no actúa ni padece nada sino que solo permite a los cuerpos moverse a través de él (Ep. ad Her., 67). Todo lo que actúa o padece es cuerpo y todo nacimiento o muerte no es más que agregación o disgregación de cuerpos. De ahí que admita Epicuro con Demócrito que nada procede de la nada y que todo cuerpo esta compuesto de corpúsculos indivisibles (átomos) que se mueven en el vacío.

En el vacío infinito, los átomos se mueven eternamente chocando y combinándose entre sí. Sus formas son diversas, pero su número, aunque indeterminable, no es infinito. Su movimiento no obedece a ningún designio providencial ni a ningún orden finalista. Los epicúreos excluyen explícitamente la providencia estoica, y la crítica de tal providencia constituye uno de los temas preferidos de su polémica. Contra la acción de la divinidad en el mundo, argumentan partiendo de la existencia del mal. "La divinidad o quiere suprimir los males y no puede, o puede y no quiere, o no quiere ni puede, o quiere y puede. Si quiere y no puede, es impotente; y la divinidad no puede serlo. Si puede y no quiere, es envidiosa, y la divinidad no puede serlo. Si no quiere y no puede, es envidiosa e impotente y, por consiguiente no es la divinidad. Si quiere y puede (que es lo único que le corresponde), ¿de dónde viene la existencia del mal y por qué no lo suprime? " (fr. 374, Usener). Eliminada del mundo la acción de la divinidad, no quedan para explicar el orden del mismo sino las leyes que regulan el movimiento de los átomos. Según los epicúreos, nada se les escapa a estas leyes y ellas constituyen la necesidad que preside en todos los acontecimientos del mundo natural.

Un mundo es, según Epicuro, "un trozo de cielo que comprende astros, tierras y todos los fenómenos, recortado en el infinito". Los mundos son infinitos; están sometidos a nacimiento y a muerte. Pero, sosteniendo Epicuro que los átomos caen en el vacío en línea recta y con la misma velocidad, para explicar el choque, en cuya virtud se agregan y se disponen en los varios mundos, admite una desviación casual de los átomos de su trayectoria rectilínea. Esta desviación de los átomos es el único acontecimiento natural no sujeto a necesidad. Como dice Lucrecio, "rompe las leyes del hado".

En este mundo, del cual se ha eliminado cualquier traza de potencias divinas, Epicuro admite, sin embargo, la existencia de divinidades. Y la admite en virtud de su mismo empirismo: porque los hombres poseen la imagen de la divinidad; y esta imagen, como cualquier otra, no puede haberse producido en ellos más que por flujos de átomos emanados de las mismas divinidades. Los dioses tienen forma humana, que es la más perfecta y, por tanto, la única digna de seres racionales.

Mantienen entre sí una amistad análoga a la humana; y habitan en los espacios vacíos entre mundo y mundo (intermundos). Pero no se preocupan ni del mundo ni de los hombres. Cualquier cuidado de este género sería contrario a su perfecta dicha, puesto que les impondría una obligación y ellos no tienen obligaciones, antes bien, viven libres y felices. Por esto el motivo de que el hombre sabio les honre no es el temor, sino la admiración de su excelencia.

El alma, según Epicuro, está compuesta de partículas corpóreas difundidas por todo el cuerpo como un soplo cálido. Tales partículas son más finas y redondas que las demás, y, por lo tanto, más móviles. Las facultades del alma, como se ha visto, son fundamentalmente tres: la sensación en sentido propio; la imaginación (mens, según Lucrecio), que produce las representaciones fantásticas; la razón (λσγος), que es la facultad del juicio y de la opinión. A estas facultades teoréticas se añade el sentimiento, placer o dolor, que es la norma de la conducta práctica. La parte irracional del alma, que es principio de vida, está difundida por todo el cuerpo.

Con la muerte los átomos del alma se separan y cesa toda posibilidad de sensación: la muerte es "privación de sensaciones". Por eso es necio temerla: "El más terrible de los males, la muerte, no es nada para nosotros porque cuando existimos nosotros no existe la muerte y cuando existe la muerte, nosotros no existimos" (Ep. ad Men., 125).

2.3.- La ética de epicúreo:

La teoría del conocimiento (o Canónica) nos ha indicado el modo de acceder al conocimiento de la realidad; la Física ha puesto de relieve la auténtica esencia del mundo y de los seres humanos, haciéndonos comprender que es absurdo temer los fenómenos naturales, la muerte y los dioses; la ética, según los epicúreos, nos muestra el auténtico camino que conduce a la felicidad. Esta vía consiste, justamente, en procurar librar al alma de todos los temores y de todas las preocupaciones para que pueda arribar a una situación de tranquila indiferencia.

La ética socrática, platónica y aristotélica era activa y social y se desenvolvió en estrecha relación con la política: Sócrates, por ejemplo, salía a la plaza pública, a las termas, etc., a dialogar con sus convecinos sobre la virtud, la justicia, los deberes, etc., en Platón, el sabio aparecía comprometido en el gobierno de la sociedad y según Aristóteles el ser humano, por naturaleza, es “animal político”. La moral epicúrea, por el contrario, intentó refugiarse en un individualismo alejado de todas aquellas preocupaciones. Epicuro predicaba la renuncia a toda actividad pública, la huida de la turba social y la retirada al jardín de los sabios. Según él, la verdadera moral debe conducir a la inactividad, a la imperturbabilidad, a la soledad, o, si acaso, a la tranquila charla amistosa entre “los pocos sabios que son capaces de retirarse del mundanal ruido”.

2.3.1.- El placer:

La doctrina ética de Epicuro se fundamenta en las afecciones del placer y dolor que las sensaciones producen en los seres humanos: el placer es bueno y el dolor es malo. En este sentido, todos los seres humanos buscan el placer y huyen del dolor; este autor entendió por placer un estado negativo en el que no se experimente absolutamente dolor en el cuerpo ni perturbación en el alma, el primer modo de placer consistirá en la satisfacción de las primeras necesidades (alimentos, agua, vestidos...) o lo que es lo mismo, en lograr el equilibrio fisiológico.

2.3.2.- Placeres del cuerpo y placeres del alma:

Epicuro distinguió entre los placeres y dolores del cuerpo y los del alma; los primeros guardan relación directa con las afecciones que produce la sensación y permanece localizado en los órganos adecuados. Los placeres y los dolores del alma, en cambio, se refieren a la parte intelectiva y poseen un carácter duradero, flexible e independiente. El cuerpo no puede sufrir ni gozar otros dolores ni placeres que los presentes. El alma, en cambio, puede sufrir y gozar con placeres pasados, pues gracias a su capacidad de memoria y de previsión puede ignorar la situación actual del cuerpo, recordando situaciones pasadas.

2.3.3.- Deseos naturales y deseos no naturales:

No todos los placeres son iguales, sino que existen placeres superiores y placeres inferiores. En este sentido, Epicuro estableció una triple distinción entre los deseos humanos: deseos naturales y necesarios (beber cuando se tiene sed); deseos naturales no necesarios (surgen de las preocupaciones por la vanidad y el lujo).

Epicuro proscribía los deseos no necesarios y minimizaba los necesarios, porque todos ellos son fuentes de dolores y turbaciones. Además señaló la conveniencia de tener satisfechos los deseos necesarios pues su carencia dificulta la vida placentera, sin embargo, recomendaba moderación.

2.3.4.- La elección de los placeres:

“Cuando decimos que el placer es el fin, no queremos entender los placeres lujuriosos y libertinos, como dicen algunos ignorantes de nuestra doctrina o contrarios a ella; si no que unimos la ausencia del dolor del cuerpo con la tranquilidad del ánimo. No son los convites ni los banquetes, ni el disfrute de muchachos y mujeres, ni de pescados y otros manjares que pueden darse en una suntuosa mesa los que hacen dulce la vida, sino un sobrio raciocinio que investiga perfectamente los motivos de toda elección y de todo rechazo.”

DIÓGENES LAERCIO: Carta a Meneceo, 97.

Debemos saber calcular adecuadamente entre los placeres y los dolores que se nos ofrecen. Este cálculo es llevado a cabo por la prudencia racional.

En Epicuro, aparece un cierto intelectualismo moral, la elección la lleva a cabo la razón o el intelecto: la persona sabia y prudente, por una parte, sabe escoger y, por otra, siempre es dichoso, las desgracias de los seres humanos se deben a los deseos desordenados, es decir, no elegidos conforme a razón. La persona sabia, al contrario, de acuerdo con los dictados de la naturaleza se aleja de todas las preocupaciones y busca la autarquía, la autosuficiencia, pues sabe que no puede esperar nada de los dioses ni de los otros seres humanos, y la autarquía conduce a la ataraxia, a la imperturbabilidad: vivir indiferente a los avatares del mundo y de la sociedad; “ para ser feliz vivamos escondidos “ nos viene a decir Epicuro, ya que el sabio sólo aspira a vivir en la amistad de otros sabios; pues “ de todas las cosas que nos ofrece la sabiduría para la felicidad de la vida, la más grande es la adquisición de la amistad “, afirmaba en la sentencia 29.

2.3.5.- El tetrafármacos:

El camino para arribar a la autarquía y a la ataraxia lo resumió Epicuro en los cuatro preceptos (el tetrafármacos) siguientes: a) no temer a los dioses: los dioses ni tienen molestias ni se las producen a nadie; b)No temer a la muerte; c) los males y los dolores son breves; d) el bien es fácil de lograr, consiste en no prestar atención al dolor y en alejarse de él mediante el recuerdo de los placeres pasados.

En conclusión, la ética de Epicuro era hedonista: ahora bien el hedonismo así entendido, contra lo que normalmente se afirma, resulta profundamente ascético y hasta heroico, sin duda alguna alejado de los ideales y de las capacidades de la inmensa mayoría de las personas. Se trata efectivamente, de buscar el placer, mas los epicúreos sabían que el placer sin norma ni medida es poco consistente y fácilmente nos convierte en esclavos; en consecuencia, se impone ser prudentes, conformarse con un mínimo de placer y procurar conseguir el dominio de nosotros mismos.

La ética epicúrea es, en general, una derivación de la cirenaica (§ 39). La felicidad consiste en el placer: "el placer es el principio y el fin de la vida feliz", dice Epicuro (Dióg. Laerc., X, 129). El placer es, en efecto, el criterio de la elección y de la aversión: se tiende al placer, se huye del dolor. Es el único criterio con el cual valoramos todos los bienes. Pero hay dos clases de placeres: el placer estático, que consiste en la privación del dolor, y el placer en movimiento, que consiste en el gozo y en la alegría. La felicidad consiste solamente en el placer estático o negativo, "en el no sufrir y no agitarse" y se define, por tanto, como αταραξία (ausencia de turbación) y aporia (ausencia de dolor). El significado de estos dos términos oscila entre la liberación temporal del dolor de la necesidad y la ausencia absoluta del dolor.

En polémica contra los cirenaicos, que afirmaban la posibilidad del placer, Epicuro dice explícitamente que "la cumbre del placer es la simple y pura destrucción del dolor".

Este carácter negativo del placer impone la elección y la limitación de las necesidades. Epicuro distingue las necesidades naturales de las inútiles; entre las necesidades naturales las hay necesarias e innecesarias. De las naturales y necesarias, algunas son necesarias para la felicidad, otras para la salud del cuerpo, otras para la vida misma. Sólo los deseos naturales y necesarios deben satisfacerse; los demás deben abandonarse y rechazarse. El epicureismo quiere, por tanto, no el abandono al placer, sino el cálculo y la medida de los placeres. Conviene renunciar a los placeres que originan un dolor mayor y soportar incluso largamente los dolores que originan un placer mayor. "A cada deseo es menester preguntarse: ¿Qué sucederá si se satisface? ¿Qué pasará si no se le atiende? Solo el cuidadoso cálculo de los placeres puede conseguir que el hombre se baste a sí mismo y no se convierta en esclavo de las necesidades y de la preocupación por el mañana. Pero este cálculo sólo puede deberse a la prudencia (fronesiV). La prudencia es todavía más preciosa que la filosofía, porque de ella nacen todas las demás virtudes y sin ella la vida no posee dulzura, ni belleza ni justicia" (Ep. a Men., 132). Las virtudes, y especialmente la prudencia, que es la primera y más fundamental, aparecen así a Epicuro como condición necesaria a la felicidad. A la prudencia se debe el cálculo de los placeres, la elección y la limitación de las necesidades y, por consiguiente, el logro de la ataraxia y de la aponía.

En un pasaje famoso del escrito Sobre el fin, Epicuro afirma explícitamente el carácter sensible de todos los placeres. "Por mi parte, dice, no sé concebir qué sea el bien, si prescindo de los placeres del gusto, de los placeres del amor, de los placeres del oído, de los que proceden de las bellas imágenes percibidas por los ojos y, en general, de todos los placeres que los hombres poseen gracias a los sentidos.

No es verdad que sólo el gozo espiritual sea un bien, puesto que también la mente se alegra con la esperanza de los placeres sensibles, en cuyo disfrute la naturaleza humana puede librarse del dolor." (Cicer., Tusc., III , 18, 42; fr. 69 Usener. Cfr. fr. 67, 68 y 70, Usener). En este pasaje el bien se limita al ámbito del placer sensible, al cual pertenece incluso el placer que da la música ("los placeres de los sonidos") y la contemplación de la belleza ("placeres de las bellas imágenes"); y el gozo espiritual se reduce a la esperanza del mismo placer sensible. Tal vez el fin polémico del fragmento (dirigido probablemente contra el Protréptico de Aristóteles, que exaltaba platónicamente la superioridad del placer espiritual [§ 69[), llevara a Epicuro a acentuar su tesis de la sensibilidad del placer; pero resulta claro que esta tesis se desprende necesariamente de su doctrina fundamental que hace de la sensación el canon fundamental de la vida del hombre. Que el verdadero bien no sea el placer violento, sino el estable de la aponía y de la ataraxia, no es cosa que contradiga la tesis de la sensibilidad del placer, ya que la aponía es "el no sufr ir en el cuerpo", y la ataraxia es "el no estar turbados en el alma" por la preocupación de la necesidad corporal.

Pero por esto la doctrina de Epicuro no puede confundirse con un vulgar hedonismo. Se opondría a tal hedonismo el culto de la amistad, característico de la doctrina y de la conducta práctica de los epicúreos. "De todo cuanto la prudencia nos ofrece para la felicidad de la vida, lo mayor es, con mucho, el logro de la amistad" (Max, Cap. 27). La amistad nació de la utilidad; pero es un bien por sí misma. El amigo no es quien busca siempre lo útil, ni quien no lo une nunca a la amistad, ya que el primero considera la amistad como un tráfico de ventajas, y el segundo destruye la confiada esperanza de ayuda que constituye gran parte de la amistad (Sentencias Vaticanas, 39, 34, Bignone).

Se opondría también a dicho hedonismo la exaltación de la prudencia. Sería ciertamente mejor, según Epicuro, que la fortuna hiciera siempre próspera a la prudencia; pero es siempre preferible la prudencia desafortunada a la insensatez afortunada (Ep. a Men., 135). Aunque la justicia sea sólo una convención que los hombres han establecido entre sí para utilidad común, esto es, para evitar el hacerse daño recíprocamente, es muy difícil que el prudente se deje llevar a la comisión de una injusticia, aun estando seguro que su acto permanecerá oculto y que, por tanto, no le acarreará ningún daño. "Quien haya alcanzado el fin del hombre, aunque nadie esté presente, será igualmente honrado" (fr. 533, Usener).

La actitud del epicúreo ante los hombres en general queda definida en la máxima: "Es no solo más bello, sino también más placentero, hacer el bien que recibirlo" (fr. 544). En esta máxima el placer se erige de hecho en fundamento y en justificación de la solidaridad entre todos los hombres. Diógenes Laercio nos atestigua efectivamente el amor de Epicuro a sus padres, su fidelidad a los amigos y su sentido de la solidaridad humana (X, 9).

Respecto a la vida política, Epicuro reconocía las ventajas que procura a los hombres, obligándoles a acatar leyes que les impiden dañarse mutuamente.

Pero aconsejaba al prudente que permaneciese ajeno a la vida política. Su precepto es: "Vive escondido" (fr. 551). La ambición política sólo puede ser fuente de turbación y, por consiguiente, obstáculo a la consecución de la ataraxia.

3.- ¿Qué es el epicureísmo?

Epicureísmo.

Sistema filosófico basado en las doctrinas de Epicuro de Samos. Desde el jardín de Atenas fundado por el propio Epicuro, el epicureísmo alcanzó pronto gran difusión por todo el mundo helenístico y romano, perviviendo hasta el siglo V d. C. Como todas las filosofías contemporáneas contra las que polemizó a menudo, el epicureísmo se centró en la ética, buscando en ella soluciones prácticas más que especulaciones teóricas: de ahí la importancia de los conceptos de amistad y felicidad (búsqueda del placer y rechazo de todo dolor). En el siglo I la escuela se trasladó a Nápoles con Filodemo de Gadara y desde allí influyó en la vida cultural romana. Otros destacados epicúreos fueron: Metrodoro de Lámpsaco, Colotes, Ctesipo, Hemarco, Polístrato, Diógenes de Oinoanda y especialmente Lucrecio Caro el cual fue el más brillante expositor de la doctrina epicúrea en su: “De rerum natura”. Cuando con el Renacimiento revivieron las escuelas de la antigüedad, el epicureísmo conoció una nueva época de esplendor. En los Siglos XVII y XVIII surgió una tendencia neoepicúrea que tuvo en Gassendi a su máximo representante.

El Epicureísmo es una doctrina filosófica cuyo fundamento principal es el pensamiento del filósofo griego Epicuro.

La afirmación más relevante de esta doctrina y también la más polémica es que el mayor bien y el propósito de la vida es el placer.

En realidad se refiere más a los placeres del intelecto ya que considera que los placeres sensuales trastornan el espíritu.

Para Epicuro, una persona es feliz cuando puede controlar sus miedos, el miedo al futuro, al fin de la vida y a Dios. De modo que eliminar todos los miedos es el objetivo primordial de esta filosofía.

Epicuro pensaba que el universo era eterno y sin límites, constituido por cuerpos compuestos por átomos indivisibles y por espacio; y que el hombre puede percibir las formas y sus cualidades en función a la disposición que tienen estos átomos.

Epicuro se anticipó a Darwin con la idea de la selección natural, afirmando que la naturaleza origina distintos tipos de organismos y que solamente sobreviven aquellos que llegan a reproducirse y superarse.

La doctrina de Epicuro es esencialmente materialista desde el punto de vista psicológico ya que sostiene que las sensaciones son producidas por una sucesión de imágenes que dejan los cuerpos y que registran los sentidos.

Para Epicuro las sensaciones no engañan, es sólo la interpretación que hace el sujeto la que puede estar equivocada.

Con respecto al alma, ésta se encuentra en cada parte del cuerpo en forma de partículas de modo que cuando sobreviene la muerte tanto el cuerpo como el alma desaparecen por igual.

La ética de Epicuro prioriza la justicia, el equilibrio entre placer y sufrimiento y la honestidad; y la amistad para él es mejor que el amor, porque éste produce intranquilidad y desequilibrio.

La felicidad es lograr la tranquilidad mediante el control de si mismo, el desapego y la moderación.

Aunque Epicuro era materialista creía en que la voluntad era libre y que incluso hasta los mismos átomos eran libres y que podían actuar con absoluta espontaneidad.

Esta afirmación se asemeja notablemente a los conceptos de la mecánica cuántica sobre el principio de incertidumbre.

Epicuro aceptaba a los dioses como seres eternos pero no creía que pudieran influenciar en los humanos aunque gozaran contemplándonos.

La verdadera espiritualidad del hombre para Epicuro consiste a su vez, en contemplar a los dioses ideales.

El Epicureismo se desprestigió en virtud de la poca claridad que refieren sus conceptos sobre la oposición entre los principios morales y el hedonismo que aún hoy en día subsiste.

El gramático griego Apolodoro, los poetas romanos Horacio, y Lucrecio y el estadista Plinio fueron sus discípulos prominentes.

Sin embargo esta escuela quedó en el olvido por muchos siglos, siendo revivida recién en el siglo XVII en Francia por Pierre Gassendi.

Sigmund Freud también fundamenta su teoría en la doctrina de Epicuro con el concepto básico del principio de placer como motivación psicológica humana fundamental.

Otros seguidores aún hoy siguen siendo atraídos por el epicureísmo que consideran a esta doctrina como la ética más influyente de los últimos tiempos.

Bibliografía.

Nicolás Abbagno., Historia de la Filosofía. Editorial Hora.

http://www.juntadeandalucia.es/averroes/manuales/guadaconceptos.html

http://www.rena.edu.ve/cuartaEtapa/Filosofia/Tema2b.html

http://es.wikipedia.org/wiki/C%C3%B3digo_libre


[1] ascético, ca. adj. Dicho de una persona: Que se dedica particularmente a la práctica y ejercicio de la perfección espiritual. || 2. Perteneciente o relativo a este ejercicio y práctica. Vida ascética. || 3. Que trata de la vida ascética, ensalzándola o recomendándola.

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